La Economía Solidaria como instrumento para una sociedad más igualitaria y resiliente

La Economía Solidaria, es una nueva praxis social colaborativa, centrada en el trabajo comunitario, en la autogestión, en las relaciones recíprocas, y en la distribución equitativa de las responsabilidades y de los beneficios, convirtiéndose, por tanto, en un modelo de desarrollo integral y alternativo a la lógica capitalista. Su concepción está basada en la “construcción de alternativas colectivas” desde la confianza mutua desarrollada entre sus miembros, y en la racionalidad y la eficacia desde una visión sistémica. Estas iniciativas contra-hegemónicas pueden abarcar pequeños grupos hasta comunidades enteras que aspiran a un cambio social, generando relaciones horizontales y vínculos entre los diferentes actores involucrados y con entidades públicas o instituciones gubernamentales.

En ese contexto, la autogestión y la distribución equitativa de los beneficios se convierten en un proceso de empoderamiento, en el que debe prevalecer la igualdad de responsabilidades, deberes y derechos entre todos sus miembros, para priorizar los objetivos comunes, la cohesión y el bienestar social. Esta práctica, basada en la autodeterminación, en el reparto del poder de decisión, del trabajo y de los beneficios, en la unión de esfuerzos y en la implantación de otra lógica social, a través de la actuación colectiva y la cooperación, hace factible la reapropiación de la fuerza productiva, y con ella el desarrollo personal de las capacidades y la promoción del individuo como sujeto social.

A su vez, la racionalidad y la eficacia propuesta desde una visión sistémica y basada en el trabajo -el principal factor disponible-, tiene como objetivo la satisfacción de las necesidades materiales, socioculturales y ético-morales. Abarca valores, relacionados con la calidad de vida del grupo implicado y la garantía de mejoras para la comunidad y su entorno natural; y su eficiencia radica en la capacidad de ofrecer bienes y servicios que posean, ante todo, un valor de uso que favorezca la convivencia y el equilibrio social. Ambos procesos promueven una sinergia que incrementa la eficiencia de los emprendimientos solidarios y, en consecuencia, amplía las perspectivas sociales y laborales hacia una sociedad más incluyente.

Además, su organización en circuitos económicos solidarios (redes solidarias) posibilita articular colectivos con los mismos intereses y en condiciones de igualdad, agregando proyectos sectorial y territorialmente dispersos, generando nuevas dinámicas. Esto se consigue sustituyendo progresivamente las relaciones de acumulación capitalista, mediante la reorganización de la cadena productiva; es decir, reemplazando proveedores de insumo que operan según la lógica del capital y elaborados fuera de los parámetros ecológicos, por suministradores que elaboran insumos respetuosos con valores sociales y medioambientales éticos. La meta principal es poner proyectos en marcha por medio de una red de participantes que permite a profesionales independientes, emprendedores y pymes trabajar colectivamente a través del intercambio de información y de resultados, contribuyendo a la creación y la adquisición de capital social.

Para ello, es esencial un sistema de crédito solidario específico, que se destine a la concesión de microcréditos, y que refuerce este nuevo patrón de desarrollo local a través de la dinamización de la economía local y de la generación de empleos. Su función principal es ofrecer medios para que los pequeños emprendedores renueven o amplíen la estructura básica que les permita ejercer su actividad laboral, y con esto generar nuevas oportunidades personales, colectivas y económicas, mediante una mayor inclusión socio-económica.

Estos principios están orientados a la realización de las aspiraciones humanas y también estimulan una simbiosis con el ambiente natural, a través de un vínculo integrador y de modelos de desarrollo sostenibles -como el consumo de productos ecológicos o de proximidad y la economía circular-, que reducen la huella ecológica y el impacto medioambiental. Sus iniciativas demandan responsabilidad sobre la calidad de vida, sobre los vínculos sociales y formas de relación respetuosas con la naturaleza, mediante un sentido crítico sobre los problemas que el crecimiento económico ilimitado genera y la responsabilidad por los productos adquiridos y los residuos y desperdicios generados.

De este modo, frente a la política social y económica impuesta por el actual sistema capitalista neoliberal y a la impotencia de las instituciones públicas para proponer un orden socioeconómico diferente, la Economía Solidaria es considerada un nuevo proyecto político que, al mismo tiempo que ofrece soluciones basadas en valores como la solidaridad, la participación y la reciprocidad (dimensión racional), se basa en iniciativas cuyo punto común es la creación de vínculos sociales dentro de una democracia participativa.

Asimismo, esta economía colaborativa se transforma en una herramienta que incrementa nuestras capacidades adaptativas para afrontar las adversidades, absorber las consecuencias sociales y económicas de los cambios provocados por las crisis, y crear nuevas vías de estabilidad para el desarrollo, generando una mayor resiliencia territorial.

Los ejemplos que abarca la Economía Solidaria se encuentran en ámbitos muy diversos. Algunos de ellos se insertan en la vía hacia el decrecimiento, como son las organizaciones de agricultores familiares ecológicos, muchos de ellos situados en las zonas periurbanas. Otros incluyen asociaciones que constituyen micro o pequeñas empresas y que están volcadas a la artesanía, a la manufactura, al sector servicios, o a la innovación tecnológica, como pueden ser algunas startups.

En definitiva, la esencia de la Economía Solidaria es agrupar integralmente varios procesos en los que se engendran y se difunden la igualdad, la solidaridad, la reciprocidad, la autogestión, la distribución equitativa de los beneficios, creando “otra racionalidad” humana, medioambiental y económica y transformándose en un mecanismo necesario para que se revigorice y se reconstruya el actual tejido social deteriorado en muchos ámbitos.

En este cometido la Economía Solidaria se convierte en un movimiento holístico, que impulsa una sociedad más equitativa justa y resiliente, y que tiene por objetivo superar la economía capitalista. Para ello, es fundamental que sus iniciativas no sean tratadas como una alternativa paliativa al problema del desempleo, sino contempladas en un marco institucional que reconozca sus atributos e iniciativas a través de una legislación específica y con canales de financiación propios.

Así, en el actual escenario de crisis recurrentes, de incertidumbre y de vulnerabilidad, en el que la sociedad reclama un cambio de rumbo, la Economía Solidaria amplía las posibilidades de construir un circuito autosuficiente e independiente del sistema capitalista, que conduzca hacia un desarrollo inclusivo y resiliente.

Para saber más:

ZAAR, Miriam Hermi. La Economía Solidaria y sus contribuciones a la resiliencia socio territorial. Contextos, conceptos y perspectivas. Ar@cne. Revista Electrónica de Recursos de Internet sobre Geografía y Ciencias Sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de mayo de 2023, vol. XXVII, nº 278. DOI: http://doi.org/10.1344/ara2023.278.42740.

 

Miriam Hermi Zaar
Miriam Hermi Zaar
Departamento de Geografía. Universidad de Barcelona.
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