En las últimas décadas, las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) han impulsado una revolución en las comunicaciones, dando origen a una sociedad virtual que trasciende los límites del mundo físico. Este nuevo ambiente impacta a nivel íntimo y global, delineando territorios digitales que conforman un ecosistema cultural y tecnológico. Este entorno se caracteriza por su fluidez, conectividad, interactividad, inmediatez, accesibilidad y cooperación.
La cibercultura, surgida de la expansión del ciberespacio, redefine nuestras formas de interactuar. El ciberespacio y el ciberterritorio se fusionan en una virtualidad definida por la hiperespacialidad, generando nuevas experiencias y formas de vida. Aquí, lo virtual deja de ser una simple representación analógica para convertirse en simulaciones numéricas de realidades innovadoras, tal como lo plantea la realidad virtual (VR), la realidad aumentada (RA) y la inteligencia artificial (IA). La VR permite a los usuarios sumergirse en entornos virtuales totalmente inmersivos, mientras que la AR superpone elementos virtuales al mundo real. Estas tecnologías tienen el potencial de revolucionar la forma en que interactuamos con el mundo que nos rodea. Por ejemplo, la VR se puede utilizar para entrenar a profesionales médicos, mientras que la RA se puede utilizar para proporcionar instrucciones a los trabajadores de mantenimiento.
Por su parte, en el entrelazado de avances tecnológicos, la IA desempeña un papel crucial al expandir sus horizontes hacia la creación de simulaciones virtuales de la realidad. La capacidad de la IA para generar imágenes realistas de personas y objetos, así como para construir mundos virtuales indistinguibles del entorno real, está redefiniendo la forma en que interactuamos con la información y experiencias digitales. Estas simulaciones no solo tienen un potencial ilimitado en campos como la educación, la formación y el entretenimiento, sino que también pueden integrarse en la estructura social emergente. Por ejemplo, la IA puede contribuir a la creación de entornos virtuales para que los estudiantes exploren y aprendan sobre diversas culturas, o para entrenar a soldados en simulaciones de combate, fusionando así la innovación tecnológica con la evolución social.
Ahora bien, en el contexto de la rápida expansión de las tecnologías de IA y la creación de simulaciones virtuales, las redes sociales han adquirido una relevancia sin precedentes en la forma en que las personas se relacionan y socializan en entornos digitales. Aunque inicialmente se promovió la idea de que estas plataformas fomentarían una comunicación más horizontal y democrática, la realidad ha demostrado que, en muchos casos, la IA y algoritmos de recomendación pueden influir en la visibilidad y difusión de contenido, generando burbujas de información y sesgos que limitan la diversidad de perspectivas. La supuesta horizontalidad en la interacción social en línea se ve cuestionada por la capacidad de la IA para modular y dirigir la atención, planteando interrogantes sobre la autenticidad y diversidad en la comunicación digital. Por ejemplo, en 2016, un estudio de la Universidad de Oxford encontró que los usuarios de Facebook que vieron noticias falsas sobre Hillary Clinton eran más propensos a votar por Donald Trump.
Este tejido social en desarrollo, alimentado por las interconexiones digitales, descansa en redes como la Internet, reconfigurando dinámicas y percepciones sociales. En este ciberterritorio, las interacciones, aunque generadoras de grupos afines, se distancian de la realidad tradicional, emergiendo de símbolos, códigos e imágenes instantáneas. La coexistencia de simulaciones virtuales avanzadas creadas por la IA y la interconexión social en línea forma un paisaje en constante evolución, donde la frontera entre lo real y lo digital se difumina, exigiendo una comprensión integral de estas dinámicas para navegar eficazmente en este nuevo paradigma social y tecnológico. Aquí, la cultura de la imagen propicia que lo virtual prevalezca sobre lo real, alterando la relación entre percepciones, ideas y emociones sin distinguir entre lo real y lo virtual.
En este ciberterritorio, el sujeto vive en un espacio de interactividad donde la realidad se desvanece. Cada individuo, en las comunidades virtuales, experimenta la cibercultura como la tercera era de la comunicación, caracterizada por un lenguaje digital más universal que el alfabeto tradicional.
La existencia simulada en el ciberterritorio redefine la realidad física, transformando relaciones interpersonales, cuerpos, lugares y fronteras. En este espacio virtual de interactividad, la realidad se diluye, dando lugar a imaginarios virtuales donde el sexo, la edad, el tiempo y la vida se transforman, reconstruyendo sentidos de diálogo e interacción social en una era marcada por la revolución digital. Cada sujeto construye su realidad a partir de símbolos y códigos, alejándose de las tradiciones filosóficas empiristas y racionalistas. Las representaciones de la realidad emergen de manera instantánea, desafiando las experiencias convencionales. En este contexto, las comunidades virtuales se convierten en espacios donde los individuos comparten vivencias, dando forma a una cibercultura que se erige como la tercera era de la comunicación.
El lenguaje digital, caracterizado por su interactividad, hipertextualidad y conectividad, emerge como un medio universal que redefine la interrelación entre lo virtual y lo real. En este escenario, la cultura de la imagen toma protagonismo sobre lo físico, proporcionando al individuo nuevas vías para expresar percepciones, ideas y emociones, trascendiendo así las limitaciones de lo cotidiano. Este juego entre lo virtual y lo real genera un tejido social expansivo que se despliega en diversas plataformas digitales, reconfigurando las representaciones del espacio geográfico y planteando nuevas perspectivas sobre el espacio vivido, percibido y concebido.
En el contexto de este dinámico entrelazamiento, el ciberterritorio, al asignar el espacio virtual de interactividad entre dispositivos como ordenadores, teléfonos y televisores inteligentes, diluye las fronteras de la realidad física. Aquí, conceptos como espacio, cuerpo, lugar, frontera y realidad adquieren una existencia simulada, dando paso a imaginarios virtuales. En este ambiente, las relaciones interpersonales experimentan desplazamientos y reconstrucciones, dotando de nuevos significados al diálogo y la interacción social. Este fenómeno marca una transformación profunda en la manera en que percibimos y vivimos nuestras vidas en la era del ciberespacio, donde la realidad se entrelaza con la virtualidad en una danza constante de redefinición social.
En conclusión, el vertiginoso avance de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) ha gestado una revolución en la forma en que nos comunicamos y relacionamos. Los territorios digitales, delineados por la fluidez, conectividad y cooperación, han dado origen a una sociedad virtual con su propia cultura: la cibercultura. Este fenómeno, forjado en el ciberespacio y el ciberterritorio, redefine la realidad al ser una amalgama entre lo imaginario y lo real, generando experiencias y tejidos sociales que se desenvuelven más allá de las pantallas.
Un ejemplo cotidiano que refleja la influencia de las TIC en la forma en que nos comunicamos y relacionamos es el fenómeno de las redes sociales y su impacto en la construcción de la identidad digital. Las plataformas como Instagram o TikTok ofrecen espacios virtuales donde las personas crean y comparten representaciones de sí mismas, construyendo una narrativa visual que a menudo difiere de su vida offline. En este sentido, la cibercultura se manifiesta a través de la dualidad entre lo real y lo imaginario, ya que las interacciones y relaciones en estas plataformas pueden tener un impacto significativo en la percepción de la realidad de los individuos. Por ejemplo, la conformación de opiniones y preferencias a través de la exposición selectiva a contenido en redes sociales puede influir en elecciones de consumo, desde la moda hasta la elección de destinos de viaje.
Así entonces, en este nuevo entorno, la interactividad, la hipertextualidad y la conectividad del lenguaje digital configuran una tercera era de la comunicación, donde lo virtual no solo predomina sobre lo real, sino que ambos se entrelazan en una compleja red de significados. De esta manera, el ciberterritorio, como espacio de interactividad, desafía las nociones convencionales de espacio, cuerpo y realidad, transformando la manera en que concebimos nuestras relaciones interpersonales y la construcción de significado en nuestra era digital. Este viaje desde las TIC hasta la cibercultura ha redefinido nuestra existencia, proporcionando un espacio donde lo simulado y lo experimentado convergen, desdibujando las fronteras entre lo físico y lo virtual.
Para más información:
BERNAL HIDALGO, Luis. Los territorios digitales en el contexto del ciberespacio. Ar@cne. Revista Electrónica de Recursos de Internet sobre Geografía y Ciencias Sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de octubre de 2020, vol. XXIV, nº 247 <DOI: https://doi.org/10.1344/ara2020.247.32468>.