Como inicial referencia geográfica, resulta fundamental entender el significado del emplazamiento de un Parque Nacional al final de un estuario, o sea, allí donde convergen y desembocan aguas, arenas, arcillas y basuras múltiples. Doñana se sitúa en el polo opuesto al de la mayoría de los Parques Nacionales que suelen ocupar las partes cimeras de los montes o las islas, resultando así más fácilmente defendibles. Mantener un Parque Nacional (máximo grado de conservación) en la salida de un embudo significa convertirlo en determinante del orden territorial circundante.
El Parque Nacional de Doñana al final de un embudo donde convergen impactos
Todo ello resulta muy complicado en unas comarcas marginales, cuyos suelos están siendo conquistados, explotados y ordenados para producir crecimiento económico intensivo (agricultura regada y turismo masivo) en el contexto de un sistema de valores que confunde continua y recurrentemente crecimiento cuantitativo con desarrollo cualitativo. Y si el desarrollo de tales comarcas sólo puede conseguirse mediante un crecimiento económico sostenido, no podrá ser desarrollo sostenible ni compatible con una necesaria conservación de los ecosistemas naturales.
Con tales paradojas en su origen, el Parque Nacional de Doñana, expresión del «lujo útil» de una dictadura que necesitaba mostrar al mundo su aparente apertura hace 50 años, se termina convirtiendo también en desafío, reto y crisol para una democracia relativamente incipiente, en la que aún escasean los procesos de diálogo conducentes a consensos generales e indiscutibles.
Si nos centramos en el asunto del agua y repasamos los diferentes modelos de gestión hídrica de estos territorios en los últimos siglos (OJEDA, J.F. y MORAL L. de, 2004) podemos comprobar que se va pasando de una concepción básica y primaria que conllevaba una gestión adaptativa de la economía rural al agua más o menos fluyente (temporales y sequías recurrentes) -en el marco de las estructuras productivas del Antiguo Régimen- a una concepción productivista, contextualizada en una gestión bonificadora, colonizadora y controladora desde unos exigentes mercados, que irá conduciendo a la presión y al dominio sobre el medio hídrico, con altos niveles de consumo de agua que terminan afectando a la conservación del propio Parque Nacional cuyos ecosistemas tienden a «africanizarse».
Y así se llega a la actual situación –con un evidente cambio climático y un contexto paradigmáticamente ambientalista- en la que se evidencian unas contradicciones tan marcadas que resultan difíciles de subsanar si no se promociona un proceso de apaciguamiento sustantivo del crecimiento económico. Mientras tanto, Doñana, que va perdiendo su carácter básico de humedal adquiere el papel publicitario de «marca productiva»: Y se van desarrollando el arroz, los frutos rojos o el turismo «marcas Doñana». Pero si el arroz, los frutos rojos o el turismo «marcas Doñana» acaban con el agua del humedal de Doñana, se acaban tanto Doñana como su arroz, sus frutos rojos y su turismo.
La Mesa Social del Agua de Andalucía sostiene la necesidad de un debate social y democrático, conducente a ir construyendo un consenso general respecto de la ineludible e indiscutible obligación de conservar Doñana por encima de coyunturalidades. Ello exige un proceso educativo o «amueblador de mentes» –porque los valores naturales de Doñana entran por las cabezas, no por los bolsillos- que comience mostrando, con la mayor claridad posible, las categorías de los distintos planos de esta realidad compleja, para ir procurando la adopción de criterios precisos y consensuados a la hora de abordar soluciones a las exacerbadas contradicciones actuales:
- Plano físico-natural: Excepcional sequía vinculada tanto al cambio climático como al excesivo uso de aguas subterráneas en todos los frentes del estuario, lo que supone un marcado descenso de freáticos y una visible tendencia de las marismas y lagunas de Doñana a secarse y a perder sus virtualidades sustantivas de humedales.
- Plano económico: El excesivo gasto productivo de aguas subterráneas tiene que ser frenado o limitado para conservar ecosistemas y vidas vegetales y animales. La medida resulta muy poco política en unas comarcas que se van sacudiendo el estigma de la marginalidad en base a frutos rojos, arroz y turismo. Pero, en aras de conservar Doñana habrá que ir caminando hacia una transición productiva necesaria, que propicie la defensa del Parque Nacional (con sus lagunas y marismas) e intente buscar alternativas para sus agricultores comarcanos.
- Plano social: Aquella transición productiva, además de necesaria, debe ser justa, tendiendo hacia una mayor redistribución social del agua de riego, que priorice la agricultura familiar y autóctona sobre la financiarizada y alóctona, que está siendo la gran consumidora de aguas subterráneas y la mayor beneficiaria de estos regadíos.
- Plano político: Para conservar el humedal de Doñana se necesitan argumentos y convicciones políticas fuertes y bien asumidas que permitan cambiar el panorama, intentando acuerdos generalizados y firmes, que superen de una vez por todas coyunturalidades electorales y soflamas populistas.
Ahora bien, mientras se llega a tales consensos firmes y estructurales, será necesaria la aplicación de alguna medida jurídica excepcional para salvar la integridad del Parque Nacional de Doñana en los actuales momentos concretos. Tras repasar distintas posibilidades de intervención del Estado conducentes a tal salvación inmediata, el reconocido jurista y profesor Ramón Soriano considera que la vía más adecuada, rápida y eficaz ofrecida por el ordenamiento jurídico español para salvar al Parque, es la de una valiente y decidida intervención gubernamental de Doñana, en aplicación del art. 13.1 de la ley 30/2014, de 3 de diciembre, de Parques Nacionales: «Declaración del estado de emergencia por catástrofe medioambiental».
El mismo artículo legal explicita que tal emergencia se produce «cuando exista peligro grave y cierto para la integridad y seguridad de los sistemas naturales de un parque nacional, aunque no afectare a personas y bienes». Por aquí podría el Gobierno, a través del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (en la ley de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente) «declarar el estado de emergencia en el parque nacional con el fin de impedir que se produzcan daños irreparables».
Mientras tanto y una vez más, el entorno de Doñana, sus regadíos y su turismo, se constituyen en contexto privilegiado de luchas electorales, en las que se mezclan intereses bastante divergentes a la búsqueda del voto rural y turistizado. No parece plausible, ni aceptable, que vayan saliendo continuamente a la palestra del debate temas recurrentes, controvertidos y no consensuados de este mundo de Doñana (carretera costera, agua para los regadíos, ampliaciones turísticas…) que ponen en peligro la integridad del Parque Nacional.
Para más información
OJEDA-RIVERA, J.F. (1987. 2ª edición 2023) Organización del territorio en Doñana y su entorno próximo (Almonte). Siglos XVIII-XX. Ed. Niebla (Huelva). Reedición online: http://hdl.handle.net/10433/15666
OJEDA-RIVERA, J.F. y MORAL ITUARTE, L. del (2004) “Percepciones del agua y modelos de su gestión en las distintas fases de la configuración de Doñana”. Investigaciones geográficas. Instituto Universitario de Geografía. Universidad de Alicante, nº 35 (sept-dic), pp.25-44.
http://hdl.handle.net/10045/289 | http://dx.doi.org/10.14198/INGEO2004.35.06